A la hora de juzgar la calidad de
la educación ofrecida en las universidades en nuestro país, hay muchos factores
a considerar que a menudo suelen ser menospreciados por la gente del común, uno
de ellos, a mi pensar determinante y esencial, es la educación en la temprana
edad, y es que un buen estudiante es un logro que requiere esfuerzo y
dedicación no solo de parte de él mismo, sino de los que lo rodean; como sus
padres y maestros, además, dicha
relación es de vital importancia especialmente en los primeros años de estudio,
ya que en estos es que se desarrolla el estilo cognoscitivo del estudiante, el
cual tendrá una gran repercusión en el modo de aprender durante el resto de su
vida. Esto es importante porque alguien que no tenga buenas bases de
aprendizaje difícilmente podrá aprovechar los recursos que pueda garantizarle
una universidad por muy buena que sea. El reflejo de lo anterior, está en los resultados de las pruebas de estado,
donde claramente se observan grandes falencias en la interpretación y análisis
de la información por gran parte de los estudiantes, y que está directamente
relacionado con el tipo de formación que hayan tenido en sus inicios.
En vista de lo anterior, el
gobierno ha propuesto planes de mejoramiento a la educación, pero tales parecen
ir dirigidos más hacia la cobertura que al mejoramiento de la calidad en sí,
pues en mi caso observe como en mi colegio rebozaban las aulas de clases y
muchas veces los docentes no tenían la capacidad para atender a todos los
estudiantes. Muchos estudios demuestran que un profesor está en capacidad de
atender a 20 estudiantes en promedio para una labor eficaz, lo cual es
contradictorio a las mejoras esperadas de calidad educativa.
Aquí nos encontramos con otro
factor determinante, la situación de los docentes en Colombia, para quienes el
salario tiende a estar por debajo de los promedios internacionales.
Estudios evidencian que hay una
relación directamente proporcional entre el gasto público y los logros
académicos, asimismo el gobierno en otra de sus políticas en pro de mejorar la
educación, ha promovido la competencia entre docentes, lo cual a mi parecer es
bueno y peligroso a la vez, veamos porque: Si un profesor quiere ascender en su
escalafón debe además de un tiempo mínimo requerido en la docencia, seguir
estudiando, es decir; debe realizar especializaciones, maestrías y doctorados, los cuales son altamente
costosos en comparación con el salario promedio de un profesor que trabaje para
el gobierno. Entonces al docente le toca hacer malabares con su tiempo; como enseñar
en dos o tres jornadas y de repeso dar una que otra clase personalizada, esto
problamente y me atrevo a decir,
repercute negativamente sobre el seguimiento que se supone debería tener
el docente con cada alumno, ya que por cuestiones de tiempo las labores de
calificación y análisis de los trabajos de los estudiantes deben ser extensas,
agotadoras y estresantes. Como resultado obtenemos profesores que se han
olvidado de la importancia de aplicar la pedagogía en sus
clases, que han deteriorado sin intención la manera de ´´enseñar a aprender´´ y
que por ende repercuten en una baja calidad
de la educación prestada por el sector público.
Ahora pensemos en un profesor de
una universidad privada, que generalmente suelen tener salarios mucho mejores…
La perspectiva cambia verdad. Tambien hay que mencionar que por lo general los
recursos en los establecimientos privados suelen ser más avanzados: bibliotecas
actualizadas, laboratorios sofisticados, infraestructuras agradables y medios
de última generación, por mencionar algunos, son herramientas que estimulan
positivamente el aprendizaje, y que hacen que uno como estudiante sienta que lo que paga vale realmente la
pena.
No quiero ser puntual y asegurar
que la educación privada necesaria y estrictamente es mejor que la pública,
pero si debo decir que antes que profesores, estudiantes, padres, hijos, etc.,
todos somos seres humanos y por ende buscamos nuestro bienestar, para dicho fin
necesariamente está el dinero, porque con el podemos satisfacer desde las necesidades
más básicas hasta otras que se van desarrollando a medida que nuestra capacidad económica aumenta.
Concluyo afirmando que yo siendo una profesional
preferiría estar donde puedan retribuir de la mejor forma mi labor, y creo que
esa es la visión general de las personas, pero al que algo quiere; algo le
cuesta.